En el último año se ha hablado mucho del método ROPA, y más desde que la conocida influencer Dulceida anunciara su embarazo con los óvulos de su mujer gracias a esta técnica. Por eso hoy os quiero hablar del método ROPA, la técnica de reproducción asistida con dos madres, porque no hay nada peor que la desinformación o los bulos, y más en temas de salud.
La primera duda que surge es ¿de dónde sale ese nombre? Pues bien, lo hace de las siglas en inglés de “Reception of Oocytes from Partner” (Recepción de Óvulos de la Pareja), y consiste exactamente en eso, en que una mujer, la que va a estar embarazada, recibe los óvulos de su pareja fecundados con el esperma de un donante. De este modo, ambas mujeres son una parte importante de la gestación de su hijo, una es la madre genética y la otra la madre gestante.
Las tasas de éxito del método ROPA suelen ser más altas que las de la Fecundación in Vitro, que, según la SEF son de un 34-35% en las mujeres menores de 40 años y de un 24 % en las mujeres mayores de 40 años. Esto se debe a que las parejas que deciden realizar esta técnica de reproducción asistida suelen ser más jóvenes y no tienen ningún problema para quedarse embarazadas, por lo que algunas clínicas aseguran que la tasa de éxito del método ROPA es de un 60% o superior.
¿Y cómo funciona esta maternidad compartida? Lo primero que hay que hacer es determinar cuál de las mujeres va a ser la donante de óvulos, lo que se decide después de un examen ginecológico completo a ambas y de las preferencias de la pareja. Lo más aconsejable es que la donante tenga menos de 35 años, y hay que tener en cuenta su reserva ovárica y el resultado de su hormona antimulleriana. La madre gestante, por su parte, debe gozar de buena salud, no presentar ninguna patología uterina, como miomas o pólipos que puedan dificultar la implantación en el endometrio, ni diabetes o hipertensión, que pueden afectar tanto a la madre como al feto.
La mujer que vaya a aportar sus óvulos empieza la estimulación ovárica, que consiste en unas inyecciones de hormonas diarias (que puede ponerse ella misma o su pareja) durante unos 10 días. Con esta estimulación se consiguen varios óvulos, en lugar de uno solo, que es lo que produce una mujer en un ciclo regular. Una vez que los óvulos de la madre genética han alcanzado el tamaño adecuado, se le realiza la punción ovárica para extraerlos, un procedimiento que se lleva a cabo bajo sedación para minimizar las molestias. Los óvulos extraídos se fecundan con esperma de un donante en el laboratorio, y los embriones resultantes se cultivan durante unos días hasta que alcanzan el estadio óptimo para la transferencia.
En paralelo, la madre gestante comienza la preparación endometrial, que consiste en un tratamiento hormonal para para acondicionar su endometrio y aumentar así las probabilidades de implantación. Cuando su útero está preparado, se transfiere el embrión de más calidad mediante un procedimiento sencillo e indoloro y tras el que puede irse a casa. Entonces toca esperar, llegan esos días conocidos como betaespera, que es el tiempo que pasa entre la transferencia embrionaria y la prueba de embarazo. Esta se realiza mediante una analítica de sangre, que es mucho más fiable que la de orina, y si sale positiva se confirma a los 20 días, aproximadamente, mediante una ecografía. Llegado este momento, el embarazo llevaría los mismos controles que uno que se haya producido de forma natural.
Los embriones que no se han transferido a la paciente se conservan mediante un proceso de vitrificación, para poder ser usados en caso de no lograrse un embazado en el primer intento o por si la pareja quisiera tener más bebés.
Uno de los factores que más preocupan a las mujeres es la elección del donante de semen; en España las receptoras no pueden participar en esta elección, esto lo realiza el equipo médico tras hacer una serie de pruebas médicas y genéticas exhaustivas para asegurar la salud y calidad del esperma. En este proceso, el equipo también selecciona donantes con una similitud física a las mujeres o tenido en cuenta sus preferencias.
No podemos olvidar la parte emocional, ya que hay casos en los que, una vez dado a luz, la madre gestante puede sentir que el bebé es menos suyo al no llevar su carga genética, del mismo modo que la madre genética puede sentir que es menos suyo al no haberlo parido. Como en todos los casos en lo que se el embarazo se logra gracias a técnicas de reproducción asistida, es aconsejable acudir a terapia para trasladar todos los miedos que puedan surgir antes, durante, y después del proceso. En el caso de la madre gestante, aunque es cierto que el bebé no lleva su carga genética, es importante destacar que el embrión se desarrolla en su cuerpo y que todos los nutrientes que tome se ponen a disposición del desarrollo y crecimiento de ese bebé y que, en esos 9 meses en el líquido amniótico, su expresión génica vendrá determinada desde el útero materno.
Como digo siempre, gracias a los avances de la ciencia hemos conseguido lo impensable hace tan solo unos años, que una pareja formada por mujeres sean madres, ambas, de un bebé, con los mismos derechos y responsabilidades.
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