Cada 4 de junio se celebra el Día Mundial de la Fertilidad, con el objetivo de resaltar la creciente incidencia de problemas de fertilidad que afectan a la población. Hace un año aproximadamente la OMS publicó un informe con datos alarmantes: 1 de cada 6 personas tiene esterilidad en el mundo. Afortunadamente los problemas de infertilidad están dejando de ser un tabú, y cada vez son más las personas que reconocen haber formado una familia gracias a un tratamiento de reproducción asistida.
La tasa de natalidad en España es una de las más bajas de Europa, con 1,16[1] hijos por mujer. Además, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la edad media de las madres primerizas se sitúa ahora en torno a los 33 años, también una de las más altas de Europa. Diversos factores contribuyen a este fenómeno, incluyendo cambios sociales, económicos y culturales, y está claro que no es una tendencia que vaya a bajar, al menos en los próximos años.
La infertilidad está directamente relacionada con la edad; teniendo en cuenta que a partir de los 35 años las posibilidades de concebir de una mujer disminuyen considerablemente, ¿no deberíamos actuar antes para intentar “remediar” la temida infertilidad? Porque lo que no sabemos es el número de mujeres que quieren ser madres más allá de los 35 años, pero no lo consiguen.
Por esto, en el Día Mundial de la Fertilidad, sigo insistiendo en la necesidad de que se ofrezca información en las consultas de ginecología, pero no solo a las mujeres que acuden porque quieren quedarse embarazadas; todas tenemos derecho a saber que podemos tener alguna patología ginecológica que tenga un impacto directo en nuestra fertilidad, o que no tenemos que estar pendientes del dichoso reloj biológico para ser madres, y conocer las opciones para preservar nuestra fertilidad.
La congelación de óvulos es una solución para aquellas mujeres que desean posponer la maternidad sin comprometer su fertilidad futura. Este procedimiento permite preservar la calidad de los óvulos en edades más tempranas, cuando son más viables. La combinación de los avances tecnológicos en la medicina reproductiva y las nuevas dinámicas sociales está ofreciendo a las mujeres una mayor flexibilidad para planificar sus familias de acuerdo a sus circunstancias personales y profesionales.
Esta técnica, también conocida como vitrificación de óvulos, consiste en extraer y congelar óvulos cuando una mujer está en su pico reproductivo, antes de los 35 años, para ser utilizados posteriormente. El proceso de congelación de óvulos implica varias etapas:
La principal ventaja de la congelación de óvulos es que permite a las mujeres retrasar la maternidad sin preocuparse por el declive natural de la fertilidad que ocurre con la edad. Al congelar los óvulos en una etapa temprana, se preserva la calidad y la cantidad, aumentando las posibilidades de éxito en futuros tratamientos de fertilidad. Los óvulos congelados “no caducan”, es decir, la mujer los puede utilizar en el momento que ella decida durante su vida reproductiva, en torno a los 50 años. Las probabilidades de lograr un embarazo serán similares que si se hubiera quedado de forma natural cuando congeló los óvulos; es decir, si una mujer de 45 años utiliza los óvulos que congeló cuando tenía 32, las probabilidades de lograr un embarazo son similares a las que tendría con 32 años, no con 45.
El Día de la Fertilidad es una oportunidad para reflexionar sobre las tendencias cambiantes en la maternidad y las opciones que están disponibles para apoyar a las mujeres en sus decisiones reproductivas. Todas las mujeres tienen derecho a tener información completa y precisa que les permita tomar decisiones informadas sobre su salud reproductiva.
Aunque en los últimos años se han producido importantes avances en cuanto a igualdad, no hemos logrado aún una conciliación de la vida laboral y familiar real, lo que afecta a la decisión de muchas mujeres de seguir triunfando en su trabajo y retrasar la maternidad. Y aquí nos encontramos con el primer problema, ya que uno de los principales factores de infertilidad es la edad de la mujer, porque, como os he repetido en más de una ocasión, a partir de los 35 años las posibilidades de lograr un embarazo de forma natural se van reduciendo.
Por mucho que la ciencia haya avanzado, el reloj biológico no para, pero, gracias precisamente a la ciencia, podemos hacer que este reloj biológico no nos condicione, y podamos decidir en qué momento queremos ser madres, sin sufrir mientras pasan los años, ¿cómo?, congelando los óvulos cuándo todavía exista una adecuada reserva ovárica, cuando las posibilidades de un embarazo son más elevadas.
La edad de la maternidad en España se retrasa cada año; desde 2020 está por encima de los 30 años, y en 2022 se situó por encima de los 33. El número de hijos por mujer también ha bajado considerablemente, y otro dato alarmante es que el número de madres de 40 años o más ha crecido un 27,9% en los últimos 10 años. Y, ¿esto a qué se debe? Pues se debe a que las mujeres no queremos renunciar a nada, pero no nos lo ponen fácil. Me habréis leído muchas veces cómo de importante es tener información para poder tomar mejores decisiones, pues bien, eso es algo que, en cuestiones de fertilidad, llevamos bastante retraso.
Hay muchas mujeres que la primera vez que escuchan términos tan importantes como valor beta, hormona antimulleriana o reserva ovárica es cuando intentan quedarse embarazadas y no lo consiguen. Van a su ginecólogo o ginecóloga, les hacen una serie de sencillas pruebas y descubren que los parámetros necesarios para lograr un embarazo están por debajo de lo necesario, tal vez por su edad o por algún problema médico. Descubren que, si hubieran congelado sus óvulos, podrían haber tenido más probabilidades de quedarse embarazadas gracias a la reproducción asistida, pero nadie les informó ni cuando tenían 25, 30 o 35 años…
Las mujeres en un gran porcentaje vamos a una revisión ginecológica todos los años, o eso es lo aconsejable, pero todavía no son muchos los especialistas que plantean a las pacientes realizarse pruebas de fertilidad para poder adelantarse a los problemas, para aconsejarlas congelar sus óvulos en caso de querer ser madres más adelante o en caso de tener algún tipo de problema médico que pueda condicionar su futura maternidad.
La congelación de óvulos existe desde los años 80, pero era algo experimental. En 2012 Estados Unidos aprobó su uso para mujeres que iban a recibir algún tratamiento que podría disminuir su fertilidad, y dos años más tarde, una vez demostrada su seguridad y eficacia, se amplió su uso de forma general. En España, desde 2003, las Comunidades Autónomas son las que desarrollan planes específicos en esta materia, y todas ellas lo permiten.
Me pregunto cómo en 21 años no se ha normalizado la información sobre la congelación de óvulos, si las mujeres vamos, al menos, 1 vez al año al ginecólogo, digamos que han tenido más de 20 veces para preguntarnos sobre nuestros deseos de formar una familia. No estoy diciendo que todas las mujeres en edad reproductiva vayan a congelarse sus óvulos, pero si deberían saber que existe esa opción, en qué consiste y qué beneficios ofrece.
Muchas mujeres toman la decisión de retrasar la maternidad por motivos personales, laborales o familiares, pero tienen todo el derecho a conocer sus opciones. Gracias a la preservación de la maternidad podemos decidir cuándo ser madres y poder hacerlo en las mejores condiciones.
La congelación de óvulos es una técnica donde los óvulos de la mujer permanecen congelados con el fin de preservar la fertilidad y retrasar la maternidad hasta el momento que se encuentre preparada para ser madre. Los óvulos congelados, además, “no caducan”, y las posibilidades de lograr un embarazo con ellos podrían ser las mismas que la mujer tendría a la edad a la que congeló sus óvulos, no la edad a la que la mujer los usa.
Debido al descenso de la cantidad y la calidad de los ovocitos, anticiparse a una edad temprana y vitrificar los óvulos antes de los 35 años puede evitarnos problemas a la hora de querer tener hijos a una edad más madura.
Así que, este 8 de marzo, pido que se nos informe para poder tomar las mejores decisiones y así poder cumplir nuestros sueños. Queramos o no ser madres, todas las mujeres tenemos el derecho de saber que hay opciones para ser madres, aunque ojalá también se actúe en otros ámbitos y se mejore la situación para poder conciliar y ayudar así a que la maternidad no se retrase.
En el post anterior te hablé del descubrimiento que hice sobre la #EuropeanFertilyweek, que se celebró la primera semana de noviembre en todos los países europeos. Bueno, ¡un puntazo!, y si hay algo que han dejado claro, es la importancia de planificar la maternidad o paternidad con tiempo suficiente
La he seguido por streaming y he tomado buena nota de algunos mensajes que ayudarán a muchas mujeres a decidir sobre su propio destino, como personas, como profesionales y como futuras madres.
Mira lo que dicen los médicos:
“La edad juega un papel fundamental en la fertilidad tanto en las mujeres como en los hombres. (A veces esto se nos olvida…y este comentario es de mi cosecha 😊). Sobre esto han sido muy claros: “A los 37 años, el 90% de los óvulos han desaparecido. A los 40, solo hay un 5% de probabilidad de quedar embarazada”. O sea, lo mismo que te vengo diciendo desde hace un montón de tiempo. El dichoso reloj biológico es el que es para las mujeres. Pero no se han quedado aquí. También han recordado que la calidad del esperma disminuye con la edad.
“Planifica maternidad o paternidad cuanto antes”. Este ha sido su mensaje principal. Tanto para mujeres como para hombres. Tú sabes mejor cuándo estás lista- o estás listo- para tener hijos. Y yo añado: no deberíamos dormirnos en los laureles. ¿Qué trabajo te cuesta acudir a una clínica de reproducción asistida e informarte con especialistas?
Otra ‘perla’: “La edad también afecta a los tratamientos”. Es decir, las principales barreras para el diagnóstico de infertilidad según los pacientes son los estigmas y el diagnóstico tardío por retraso en la actuación del profesional sanitario. Vamos, que lo que dicen los especialistas es que, si habláramos de estas cosas con naturalidad y estuviéramos más informados, muchas personas serían más felices, porque actuarían antes de que fuera tarde, insisto, ¿qué trabajo cuesta acudir a una clínica de reproducción asistida e informarte con especialistas?
Seguimos: “Aunque cada país de la Unión Europea tiene su propio sistema sanitario y sus propias leyes, la mayoría coinciden en poner dificultades, como la edad, para que las mujeres puedan someterse a tratamientos de fertilidad”. Como las posibilidades de ser madre se reducen drásticamente a partir de los 35 años, la mayor parte de los países te deja fuera de los tratamientos de fertilidad a partir de esa edad (afortunadamente, en España, algunas comunidades autónomas están ampliando ese límite a los 40 años). Yo sigo erre que erre. ¿Qué trabajo cuesta acudir a una clínica de reproducción asistida e informarte con especialistas?
Y ya te dejo la ‘traca final’: “Los problemas de infertilidad son psicológicamente agotadores. Los tabúes sociales y los estigmas en torno a la (in)fertilidad son perjudiciales y provocan un retraso en los tratamientos. Es necesario implementar campañas de comunicación para eliminar los estigmas en toda Europa”. En fin, más claro, agua. Lo que veníamos hablando ya desde el post anterior, que muchos de estos problemas repercuten también en nuestra salud mental. Y en buena medida podrían resolverse con una adecuada información y educación desde la adolescencia. Lo vamos retrasando… y al final, nos tiramos de los pelos por no haber tomado medidas. Así pues… ¿Qué trabajo cuesta acudir a una clínica de reproducción asistida e informarte con especialistas?
Yo ahí lo dejo.
“¡Alicia, no sé qué te pasa últimamente, pero escribes unas cosas que no gana una para sorpresas!” “¡¡Ahora me vas a decir que, comer chicle tiene que ver con la fertilidad!!!” Pues si, a veces creo que es necesario recordar que hay que tener cuidado con estirar el chicle de maternidad, porque tiene un uso limitado.
¡No mujer! ¡Nooooooo!!! Que estemos en verano no quiere decir que me haya dado una insolación. Cuando hablo de ‘estirar el chicle’ quiero decir que todavía hay demasiadas mujeres que empiezan a pensar en la posibilidad de congelar sus óvulos cuando han pasado los 35 años. ¡Hasta un 65%! ¡¡Una pasada!! Por eso soy tan insistente con este asunto. Los óvulos jóvenes son los que tenemos que congelar prioritariamente porque hay una diferencia muy clara: su calidad.
Otra vez tienes cara de pregunta. Ya sé lo que me vas a decir, ¿y eso de la calidad en qué consiste? Pues mira, básicamente, en que los óvulos más viejos tienen más probabilidades de acumular errores en su ADN durante el proceso de división previa. Una fase que se llama ‘meiosis’ y que consiste en que los óvulos, dentro de los ovarios, son óvulos ‘primordiales’ o inmaduros. A medida que ovula, pasan a esa otra fase de la división celular de la que venimos hablando. Y ahí está el quid de la cuestión de la calidad: tener más probabilidades de tener o no óvulos genéticamente normales o anormales. Ahí es nada. Aquí sí que no hay vuelta atrás ni medias tintas que valgan. Una vez que un óvulo se vuelve ‘anormal’, no tiene solución porque o el óvulo es genéticamente normal o no. Y las posibilidades de que no lo sean aumentan con la edad de la mujer.
¡Cómo te conozco! Ya vas a lanzarme la tercera pregunta. ¿Hay alguna manera de conocer previamente la calidad del óvulo? Pues me temo que no. Esa maravillosa prueba de calidad no existe. La única forma de saber si un óvulo es cromosómicamente normal es intentar fertilizarlo y, si la fertilización tiene éxito, realizar una prueba genética en el embrión.
“Alicia, pero es que no lo entiendo. Estoy harta de ver en las revistas a un montón de influencers que son mayores de 40 años y hasta de 45 incluso, y que son madres y les va tan ricamente”. Bueno, mi querida y ‘preguntona’ amiga. Tengo que decirte que estas influencers están jugando a la ruleta. Porque, además, no nos cuentan la cantidad de intentos, los métodos y las circunstancias en las que llegan a ser madres.
Vamos a ir a lo seguro y a lo sensato. Que es mucho mejor preservar nuestros mejores óvulos cuando tenemos la oportunidad de hacerlo, que para jugar a la ruleta siempre podemos irnos a Las Vegas disfrazadas de Elvis.
Ayer fuimos Alfonso y yo a cenar a casa de mis padres. Mientras preparábamos la cena, mi madre me comentó, un poco sorprendida: “Si es que ahora hasta se planifica la fertilidad, cuando ser madre tiene que ser algo natural”. Ella conocía ya lo que opino de planificar el momento de ser madre preservado la fertilidad. Le pregunté a qué se refería con eso de “algo natural”. “Mujer, pues a esperar a que la naturaleza haga su trabajo”. “Mamá”- le dije- “¿y si cuando la ‘naturaleza puede hacer su trabajo’ hay circunstancias que te lo impiden? ¿No será mejor prevenirlo? Planificar es parte de la vida, en cualquier circunstancia”.
Le expliqué a mi madre las ventajas de planificar el momento de ser madre, comenzando por congelar tus óvulos cuando eres joven. Tengo amigas que se han decidido a ser madres llegando a los 40, más como última oportunidad que por convicción. “¡Tengo el reloj biológico encima!”. Hoy en día no hay ninguna necesidad de ello. Esta maternidad tampoco es ‘natural’ porque viene condicionada por las circunstancias y la edad.
Ya sabemos que los mejores óvulos y las mayores oportunidades de ser madres las tenemos hasta los 35 años. Si es entre los 20 y los 30 años todavía mejor. Y ya sabemos que esos años son fundamentales para nuestro desarrollo como profesionales. No solo para nosotras sino también para nuestra pareja, que se nos olvida que también ‘cuenta’ y que también tiene que estar preparada o preparado para tener un hijo.
Así que le expliqué a mi madre que la congelación de óvulos es un proceso muy sencillo que solo necesita un proceso de estimulación ovárica para extraer los óvulos después. Nada de molestias posteriores y con un poco de anestesia. Y los recuperas cuando quieras.
Me hizo gracia cómo iba cambiando la expresión de la cara de mi madre cuando le conté todo esto. Del ceño fruncido a la sorpresa y la convicción. Mi madre ha sido siempre muy abierta, pero es cierto que en su generación las cosas funcionaban de otra manera. Acabó por decirme: “¿Planificar la fertilidad? ¿Y por qué no? Vamos a cenar. ¡Todo el mundo a la mesa!”.