Así continuaría yo el informe que El Club de las malas madres publicó en 2020 sobre sobre el rol que asigna la sociedad a la mujer que ha decidido ser madre en un mundo que sigue siendo de hombres, el más reciente que hay sobre este tema. La verdad es que dice verdades como puños, pero creo que las mujeres no somos invisibles y podemos decidimos sobre nuestra fertilidad. Las mujeres nos hemos creído que, por fin, se nos reconoce con todos nuestros derechos y singularidades propias de la mujer, pero en realidad, nos hemos introducido en un mundo donde rigen las normas de los hombres. Y en el caso de la maternidad, no hay duda. Mira a tu alrededor, ¿cuántas de tus amigas que han decidido ser madres ha reducido su jornada laboral?, ¿cuántos abuelos ves en los parques haciéndose cargo de sus nietos porque sus padres están trabajando?, ¿cuántas mujeres conoces que han renunciado a crecer profesionalmente porque en su empresa, de entrada, ya consideran que no es compatible que su hijo tenga fiebre y que ella tenga que acudir a su puesto de trabajo?, ¿cuántos hombres renuncian a sus carreras profesionales para que su mujer tenga las mismas posibilidades si hay hijos de por medio?
Y añado: ¿Cuántas de estas mujeres son menores de 40 años? La inmensa mayoría. Porque se da la circunstancia de que la mayoría sabemos que, o decides quedarte embarazada antes de los 35 años, o tus posibilidades se reducen drásticamente, lo queramos o no. En concreto, la tasa de fertilidad disminuye drásticamente a partir de los 35 años, pasando a ser de un 25% y a los 40 años, las posibilidades de ser madre de manera natural se reducen al 10%. Esto es así, nos guste o no, porque, aunque la sociedad ha avanzado en muchos ámbitos, el reloj biológico de la mujer sigue siendo el mismo.
Lo que sí ha cambiado es que la ciencia está de nuestro lado, y esto hay que tenerlo muy claro, al igual que ha avanzado la sociedad, siendo, poco a poco, cada vez más igualitaria.
Que ahora vivamos más tiempo, con más calidad de vida y que seamos jóvenes durante más tiempo, no quiere decir que el sistema reproductivo de la mujer haya cambiado. Pero lo que sí ha cambiado es que la congelación de óvulos nos abre un mundo de posibilidades para ser madres- y padres- sin perder ni un ápice de calidad de nuestros óvulos, si hacemos las cosas cuando hay que hacerlas. Ya sabes, mejor antes de los 30 años y, en cualquier caso, antes de los 35.
El informe es de 2020, pero en dos años la situación no ha cambiado mucho. Sería necesario aumentar las ayudas y las medidas de conciliación, para que tanto hombres como mujeres pudieran organizar su tiempo en base a sus necesidades, para que no recayera siempre en las mujeres el cuidado de los niños; la conciliación debería ser una cuestión de personas, no sólo de las madres. Además, sería necesario que las autoridades sanitarias hicieran una campaña de información para que mujeres y hombres conozcamos las ventajas de la congelación de óvulos, porque así, sí que podemos elegir nuestro momento; así, sí podremos estar en condiciones de buscar el mejor momento de nuestra vida para conciliar nuestra vida laboral y personal. Y así, las mujeres dejaremos de ser ‘invisibles’, y no nos conformaremos con un mundo que no se ha adaptado completamente a los que vivimos en él, que somos hombres y mujeres.
Si antes del verano pensábamos que la incertidumbre saldría de nuestras vidas porque la pandemia estaba superada, ya estamos comprobando que no es así. Esto me ha hecho reflexionar, y he tomado la decisión de que quiero ser madre sin tener que estar pendiente del reloj biológico. Caminamos hacia un mundo incierto, del que no sabemos bien cómo vamos a salir. Pero lo que sí sabemos desde siempre es que el reloj biológico de la mujer sigue su curso y la verdad, no tengo ganas de agobiarme por ello cuando cada vez estoy más convencida de que la ciencia está de nuestra parte. No solo de las mujeres, que, al fin y al cabo, somos las primeras implicadas en tomar la decisión de congelar nuestros óvulos. Cada vez estoy más convencida de que un avance tan importante como es la preservación de la fertilidad es un beneficio para toda la sociedad.
Porque, al fin y al cabo, tomar la decisión de congelar nuestros óvulos nos da un margen de respiro que podemos emplear para continuar formándonos, por ejemplo, o para crecer en nuestro desarrollo profesional. Aspectos que repercuten directamente en todo nuestro entorno. O simplemente, para seguir disfrutando de nuestra vida actual.
No soy la única que opina así. El otro día estuve hablando con mi amiga Marga sobre este tema. Ella no se ha preocupado por informarse sobre todo esto como lo estoy haciendo yo, pero lo que sí tiene muy claro es que, en este momento, no tiene ‘activado el deseo de ser madre’ como dice ella. Es más, dice que ni siquiera tiene claro si va a querer serlo algún día. Pero claro, las dos pensamos lo mismo. Ahora somos jóvenes y vemos que tenemos años por delante. Pero también es cierto que conocemos a muchas mujeres a nuestro alrededor que pensaban como nosotras y cuando han sentido la llamada de la maternidad o han pensado que podría ser un buen momento, ya era tarde y, en el mejor de los casos, les ha costado muchísimo trabajo conseguirlo, se han encontrado con la infertilidad, que puede deberse a múltiples causas, a una obstrucción de las Trompas de Falopio o a una endometriosis, entre otras muchas.
Yo estoy más convencida que Marga con la idea de congelar mis óvulos, pero la verdad es que ella se lo está pensando también. Nos gusta nuestra vida actual y no queremos sentir el ‘tic-tac’ del reloj biológico sin necesidad alguna cuando tenemos soluciones a nuestro alcance. Tampoco queremos que la situación que estamos atravesando a nivel mundial a causa de la pandemia, condicione nuestra perspectiva de ser madres cuando así lo decidamos.
Creo que hay que dar a conocer a las mujeres que tenemos esta posibilidad. Casi todas las que conozco a mi alrededor han leído algo sobre esto en alguna ocasión, pero tengo la impresión de que la mayoría no está concienciada. Algo que no entiendo porque lo que sí sabemos es que, a partir de los 35 años, las posibilidades de ser madre se reducen notablemente, nos guste o no. Como también sabemos que los mejores óvulos son los de nuestra juventud.
Por lo tanto, creo que es hora de que cada vez más mujeres sepan que el proceso de congelación de óvulos no conlleva transformar nuestra vida, sino que es totalmente compatible con el día a día, ya que no requiere de una asistencia continua al ginecólogo ni de cuidados especiales que nos impidan hacer deporte o ir a trabajar y el someternos al tratamiento de fertilidad para extraer nuestros óvulos tampoco nos trastorna ni altera nuestra vida, además el momento de la extracción de óvulos, es una intervención ambulatoria que apenas dura 15 minutos y para la que no hay que prepararse como una cirugía ¡ni mucho menos!…. Es completamente seguro y sin apenas molestias porque en todo momento estás en manos de un equipo multidisciplinar de especialistas que te informan sobre el proceso. Lo que sí es recomendable es hacerlo antes de los 35 años.
Yo desde luego estoy cada vez más convencida. Marga no me lo ha dicho, pero cada vez que le cuento algo sobre esto, siento que me escucha con más atención. Estoy segura de que se lo está pensando. Siempre hemos hablado de querer ser madres, pero también de nuestras inquietudes personales y profesionales, por eso sé que aún nos quedan sueños por cumplir antes de ser mamás y … en definitiva, sentir que podemos decidir en todo momento, y la congelación de óvulos la percibo como un respiro en esta frenética carrera por querer seguir disfrutando de la vida.
Normalmente hablamos de la preservación de la fertilidad desde nuestro punto de vista como mujeres, pero, la congelación de óvulos también ayuda en la vida en pareja. Por mi experiencia, cuando hablo de este tema con Juan Luis, creo que la congelación de óvulos puede reforzar el vínculo de amor y camaradería que hay entre los dos. Y pienso que es así porque el ‘tic-tac’ del reloj biológico puede llegar a sonar demasiado alto entre nosotros y generarnos un estrés añadido a nuestra relación, si no nos tomamos el tiempo suficiente para pensar qué queremos y podemos hacer respecto a nuestro deseo de formar una familia.
Porque, seamos realistas. Ese ‘tic-tac’ pesa sobre nosotras como mujeres a lo largo de la vida. La mayoría hemos soñado alguna vez con ser madres. Al mismo tiempo, las mujeres del mundo de hoy tenemos un abanico de posibilidades profesionales que no queremos perder. Respeto profundamente las decisiones y el modelo de vida de nuestras madres y abuelas, pero ese ya no es nuestro patrón de vida. Lo malo es que el reloj biológico tampoco entiende de patrones de vida.
El caso es que todos estos anhelos ocurren en nuestros años más fértiles. Es un sentimiento que, de alguna manera, puede llegar a enfrentarnos a nuestra pareja porque los hombres siempre tienen la posibilidad de ser padres. Es una circunstancia que la naturaleza les otorga durante toda su vida. Si este desfase biológico no lo estudiamos con detenimiento, puede llegar a confundirnos y llevarnos a tomar decisiones precipitadas.
Juan Luis y yo tenemos unos amigos que decidieron tener un hijo por cuestiones puramente biológicas. Era un tema que estaba siempre latente en su relación, pero Irene quería crecer profesionalmente. Al final, decidieron tener un hijo, aunque no fuera el momento, pero Irene entraba ya en los 35 años y no querían arriesgarse a dejarlo para más adelante por miedo a no poder lograrlo en un futuro. Irene y Antonio han tenido un niño precioso, pero ellos han terminado como pareja porque no estaban preparados para ello. Habría sido más sensato congelar los óvulos de Irene y esperar para ver si ellos funcionaban como pareja. Es un error tremendo pensar que un hijo puede solucionar los problemas de una relación.
Lo que más pena me da es que Irene no valoró esta posibilidad por temor a lo desconocido. Cuando, lo mejor habría sido informarse bien y saber que la congelación de óvulos es uno de los grandes avances de la medicina que beneficia a la pareja, no solo a la mujer que decide congelar sus óvulos. Es un proceso fruto de la madurez emocional de cada mujer, en primer lugar. Pero también, de la madurez de tu pareja porque él tiene que implicarse y estar dispuesto a aplazar el momento de ser padre para más adelante. La congelación de óvulos ayuda a los hombres a respetar el tiempo de las mujeres, que es tan importante como el suyo.
Es un camino que es bueno recorrerlo juntos. No solo el momento del proceso de congelación, sino antes y después del mismo, porque es una decisión consecuencia de una reflexión conjunta de los dos. Sin tener que tomar decisiones sin la suficiente claridad como hicieron nuestros amigos. A ellos les pudo el miedo a la incertidumbre de la edad de Irene. Y el miedo no es nunca buen consejero. Más aún, cuando se trata de algo tan serio como es traer una vida al mundo. Juan Luis y yo cada vez estamos más convencidos de las ventajas que aporta congelar los óvulos cuando se está a tiempo. Cuando la edad fértil es la ideal.
La medicina está del lado de la pareja. Estoy segura de ello.
Ayer estuve tomando café con mi amiga Marita y me dijo que es lesbiana, lo cual me llevó a pensar en la maternidad en una pareja formada por dos mujeres. Me alegré de que por fin hablara de sí misma abiertamente. Nuestra sociedad ha avanzado mucho en ese aspecto, para el bien de tantas personas que tienen derecho a vivir su orientación sexual con naturalidad y libertad, igual que los demás.
Marita me comentó que acaba de conocer a una chica. Van poco a poco, pero dice que se siente feliz hasta el punto de que, llegado el momento, le gustaría formar una familia con ella. Sin embargo, cree que todavía es pronto para las dos. Primero, porque se están conociendo. Van sin prisa, pero sin pausa, descubriendo sus sentimientos. Dejándose llevar. Y, en segundo lugar, porque no es el momento para ninguna de las dos.
El confinamiento les ha cambiado la vida. A primeros de año habían hablado de montar un vivero de flores exóticas. Pero ahora tienen que volver a hacer números, renegociar el alquiler del espacio que habían visto a las afueras de Madrid para cultivar este tipo de plantas que necesitan unas condiciones especiales.
A esta incertidumbre hay que añadir que Marita se acerca a los 30 años y su pareja, Cristina, tiene ya 33 años. El dichoso reloj biológico que no entiende de crisis, de números, ni de sueños aplazados.
Mientras Marita me comentaba estas cosas se me vino a la cabeza el tema de la congelación de óvulos. Así que le hablé de mis pesquisas al respecto. Creo que a Marita le puse ante sus ojos un mundo de posibilidades que no había imaginado. Ella ha oído hablar de estas cosas como todo el mundo. Un día cae un artículo en tus manos y lo lees por curiosidad más que por otra cosa. Son cosas que están ahí, pero no las ves para ti.
Yo le dije que Juan Luis y yo también estamos estudiando esta posibilidad. Por eso podía ofrecerle la información que tengo. Le comenté que es una técnica segura que permite congelar los óvulos y recuperarlos en las mismas condiciones inalteradas porque conservan todas las propiedades de los óvulos jóvenes, como es el caso de ambas, con independencia del momento en que decidan utilizarlos. Le dije también que esta técnica mantiene las mismas oportunidades de éxito de quedar embarazada que en el momento de la vitrificación. E, incluso, permite la posibilidad de no utilizarlos si no quieres. En definitiva, una técnica ideal para Marita y para Cristina si acaban consolidando su relación y los números del vivero salen.
Les recomendé que se informaran bien porque las dos pueden congelar sus óvulos ahora que todavía están en una edad adecuada. Estoy contenta porque al despedirnos Marita estaba muy animada. Deseando contarle a Cristina nuestra conversación. Al día siguiente me llamó por teléfono para decirme que a Cristina le ha parecido una idea fabulosa y que ya están buscando más información.
Sin duda, es el mejor camino a seguir para ellas. Es un seguro para su futuro.