Me da mucha pena cuando escucho a una mujer que no tiene hijos porque vulgarmente ‘se le ha pasado el arroz’, y esto le ha generado ansiedad, depresión y estrés. Y digo lo que he dicho otras veces, ¿por qué no hay más información sobre las ventajas emocionales que tiene tomar la decisión de congelar tus óvulos cuando todavía estás a tiempo? Ya me conocéis, por mí no va a quedar, desde luego. Decide a tiempo y evita la frustración.
Poco a poco se van conociendo cosas interesantes. Como, por ejemplo, que cuando una mujer acude a un proceso de reproducción asistida lo hace como último recurso. La posibilidad de no ser madre le hace sentirse deprimida, incluso, hasta ‘culpable’, en los casos en los que la infertilidad es a causa de la edad. Ya sabemos que a partir de los 35 años las posibilidades que tenemos las mujeres merman considerablemente. Es una faena y gorda, pero la naturaleza es la que es.
En el post anterior hablábamos del papel tan importante que tiene la pareja cuando la decisión de congelar los óvulos se toma entre los dos. También te hablé de mi amiga Malena, la psicóloga. Ella dice que a su consulta acuden parejas que pasan por una crisis y en ocasiones no saben por qué… hasta que tira del ovillo y el conflicto viene motivado por no poder tener hijos. Ambos le echan la culpa al otro. Por tremendamente injusto que sea, es la realidad en muchas de estas parejas. La tentación de volcar su frustración en el otro siempre está ahí.
Cuando me contó esto, le pregunté si en alguna ocasión les ha preguntado si en algún momento de su vida, cuando eran más jóvenes, se habían planteado la posibilidad de que ella- o una de ellas si son dos mujeres- congelara sus óvulos. “Es curioso”- me dice- “pero nunca se me ha pasado por la cabeza, aunque es una muy buena pregunta”. ¿Cuántas parejas serían más felices ahora si hubieran decidido congelar los óvulos cuando estaban a tiempo?
Pues, a decir verdad, no lo sabemos, pero probablemente, más de las que nos imaginamos. Las consecuencias no tener hijos cuando se ha tenido la posibilidad y se ha dejado pasar, son muy dolorosas. Y esto puede acabar con el amor más bonito del mundo.
Imagino que el título de mis reflexiones de este mes te ‘choca’ un poco, aunque creo que a estas alturas a nadie le sorprende que la congelación de óvulos ayude a nuestra salud mental. Te cuento. Brujuleando por Internet me encuentro con que este mes se celebra la #EuropeanFertilityWeek. ¡No tenía ni idea de que existiera! Lógico, hasta que no te interesas por un tema, tus ojos no se paran en determinadas informaciones. Bueno, el caso es que se celebra desde 2016 con el objetivo de concienciar sobre la infertilidad y los problemas a los que se enfrentan las personas con infertilidad. Y lo primero que llama mi atención es esta frase “el viaje de la infertilidad es tanto un desafío físico como mental”. Para 25 millones de europeos puede ser un camino tortuoso lleno de obstáculos, un camino que no siempre es tan sencillo como debería y no siempre termina bien. No había caído en ello, pero es verdad. Lo que me lleva a pensar otra cosa. Cuando la ‘cabeza’ entra en juego, estamos ya en temas que tienen que ver con la salud mental.
Frente a esta realidad, tengo la sensación de que el tema de tener hijos se sigue considerando como una decisión en la que, si la naturaleza no ayuda, pues no hay más remedio que aguantarse y asumirlo. Bueno, algo de esto es cierto. Las obsesiones nunca traen nada bueno. Pero también pienso que, en muchos casos, la falta de información y la ausencia de una educación desde la adolescencia sobre estos temas, constituye buena parte de un problema que podría dejar de serlo para muchas personas. Ya sabemos que la infertilidad tiene que ver con muchos factores, algunos relacionados con la edad y la falta de planificación previa de la mujer. Sí, digo de la mujer, porque somos nosotras las que tenemos ese dichoso reloj biológico. Nos guste o no, es la realidad.
Me pregunto cuántos de estos 25 millones de personas podrían haber solucionado su infertilidad si hubieran estado mejor informados de tratamientos como el de la congelación de óvulos. Creo que en los colegios debería introducirse este tema como uno más dentro de la educación sexual, porque con información, se toman mejores decisiones. Muchas chicas se enfrentarían a la vida de otra manera, sin esa presión en su cabeza al verse obligadas a escoger entre su vida profesional y su posibilidad de ser madre. Qué diferente sería para muchas de ellas saber que la edad para ser madres no es ya un condicionante si tomamos medidas tan fáciles como acudir a un centro especializado en estos procesos donde les van a informar con profesionalidad y las van a acompañar en este camino con todo el cariño del mundo. Y más cuando ya sabemos que se trata de un proceso indoloro, rápido y fácil que no condiciona para nada ser madre de manera tradicional o incluso, optar por no serlo.
¡Qué fácil y cuántas personas podrían ser mucho más felices!
“¡Alicia, no sé qué te pasa últimamente, pero escribes unas cosas que no gana una para sorpresas!” “¡¡Ahora me vas a decir que, comer chicle tiene que ver con la fertilidad!!!” Pues si, a veces creo que es necesario recordar que hay que tener cuidado con estirar el chicle de maternidad, porque tiene un uso limitado.
¡No mujer! ¡Nooooooo!!! Que estemos en verano no quiere decir que me haya dado una insolación. Cuando hablo de ‘estirar el chicle’ quiero decir que todavía hay demasiadas mujeres que empiezan a pensar en la posibilidad de congelar sus óvulos cuando han pasado los 35 años. ¡Hasta un 65%! ¡¡Una pasada!! Por eso soy tan insistente con este asunto. Los óvulos jóvenes son los que tenemos que congelar prioritariamente porque hay una diferencia muy clara: su calidad.
Otra vez tienes cara de pregunta. Ya sé lo que me vas a decir, ¿y eso de la calidad en qué consiste? Pues mira, básicamente, en que los óvulos más viejos tienen más probabilidades de acumular errores en su ADN durante el proceso de división previa. Una fase que se llama ‘meiosis’ y que consiste en que los óvulos, dentro de los ovarios, son óvulos ‘primordiales’ o inmaduros. A medida que ovula, pasan a esa otra fase de la división celular de la que venimos hablando. Y ahí está el quid de la cuestión de la calidad: tener más probabilidades de tener o no óvulos genéticamente normales o anormales. Ahí es nada. Aquí sí que no hay vuelta atrás ni medias tintas que valgan. Una vez que un óvulo se vuelve ‘anormal’, no tiene solución porque o el óvulo es genéticamente normal o no. Y las posibilidades de que no lo sean aumentan con la edad de la mujer.
¡Cómo te conozco! Ya vas a lanzarme la tercera pregunta. ¿Hay alguna manera de conocer previamente la calidad del óvulo? Pues me temo que no. Esa maravillosa prueba de calidad no existe. La única forma de saber si un óvulo es cromosómicamente normal es intentar fertilizarlo y, si la fertilización tiene éxito, realizar una prueba genética en el embrión.
“Alicia, pero es que no lo entiendo. Estoy harta de ver en las revistas a un montón de influencers que son mayores de 40 años y hasta de 45 incluso, y que son madres y les va tan ricamente”. Bueno, mi querida y ‘preguntona’ amiga. Tengo que decirte que estas influencers están jugando a la ruleta. Porque, además, no nos cuentan la cantidad de intentos, los métodos y las circunstancias en las que llegan a ser madres.
Vamos a ir a lo seguro y a lo sensato. Que es mucho mejor preservar nuestros mejores óvulos cuando tenemos la oportunidad de hacerlo, que para jugar a la ruleta siempre podemos irnos a Las Vegas disfrazadas de Elvis.
Según el último informe de la OMS [1], la infertilidad afecta a millones de personas en todo el mundo, concretamente a 1 de cada 6, y a unos 48 millones de parejas. A pesar de estas cifras, es un tema tabú, y muchas de las personas que recurren a tratamientos de reproducción asistida no hablan de ello ni en su entorno más cercano.
No se debe confundir esterilidad con infertilidad; la esterilidad consiste en la incapacidad de conseguir un embarazo tras un año manteniendo relaciones de forma regular sin protección o seis meses si la mujer tiene más de 35 años. Se distingue de la infertilidad en algo esencial, una pareja se considera estéril cuando el espermatozoide no consigue fecundar el óvulo, en la infertilidad, si hay fecundación, pero no da lugar a una gestación.
En la mujer, la edad es uno de los factores determinantes de la infertilidad o de la esterilidad, pero puede haber otras causas, como son los trastornos de las trompas uterinas, trastornos uterinos de origen inflamatorio (como la endometriosis), un trastorno ovárico u otros del sistema endocrino que alteran los niveles de hormonas reproductivas. Sin embargo, esto no quiera decir que sea imposible lograr un embarazo a término utilizando técnicas de reproducción asistida. Se recomienda acudir a un especialista tras 12 meses mantenido relaciones con frecuencia y sin protección sin lograr una gestación, y 6 meses en el caso de que la mujer sea mayor de 35.
Junio es el mes de la fertilidad, ya que el día 4 es el Día Mundial de la Fertilidad, y lo hemos querido despedir hablando con Claudia, paciente de reproducción asistida y creadora de una cuenta de Instagram desde la que habla sin tapujos sobre la infertilidad y desde la que ayuda a mujeres que están pasando por un tratamiento de reproducción asistida. Gracias por contarnos tu experiencia y contagiarnos tu ilusión.
[1] https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/infertility
Estoy triste. Sí. Hoy he sabido el motivo de por qué mi tía María Luisa no pudo tener hijos. Y lo peor es que, con información sobre fertilidad, habría tomado mejores decisiones, con información y con los adelantos de la ciencia que tenemos hoy. Seguramente habría podido tener más posibilidades de formar la familia que tanto ansiaba.
Mi tía María Luisa y mi tío Arturo aparentaban siempre ser una pareja feliz. Con sus más y sus menos, como todas las parejas, pero se podría decir que era una pareja que se compenetraba y se quería. Cuando yo era pequeña no se hablaba de estas cosas con la naturalidad de hoy, pero recuerdo haber sorprendido alguna conversación tipo: «Qué pena que María Luisa no se queda embarazada”. Al principio de casarse, mis tíos no comentaban nada ni nadie les hacía ninguna pregunta ‘indiscreta’. Solo es que se les notaba que se les caía la baba cuando veían niños. Recuerdo lo cariñosos que fueron conmigo, mis hermanos y mis primos y lo espléndidos que eran en nuestros cumples. Pero los niños no llegaban.
Así que un día decidieron consultar con un médico. Ya estaban llegando casi a los 40 años y decidieron que si todavía había alguna oportunidad querían aprovecharla. Total, que cuando se hicieron las pruebas pertinentes los dos -porque la causa puede ser de uno de los dos, no solo de la mujer- era mi tía María Luisa la que tenía mayor dificultad. Se trataba de su baja reserva ovárica. Parece ser que era algo que había sido una constante a lo largo de su vida y que ahora, con la edad, esta tendencia se había hecho mayor.
Se quedaron desolados. No tenían ni idea de lo que era la reserva ovárica ni que podía ser baja, alta o vete a saber qué. ¡Es que hay muchas cosas que no sabemos! La cosa es así de sencilla: se trata de la cantidad de óvulos que tiene una mujer. En el caso de mi tía, bajo, y por eso tenía menores posibilidades para quedarse embarazada de forma natural. Y cuanto mayor eres, menos reserva ovárica, así que, les dijeron que sus posibilidades eran muy escasas.
Pasados los años, mi tía María Luisa leyó sobre la vitrificación de óvulos. ¡Madre mía! De haber conocido este avance de la ciencia cuando era joven, habría podido saber que su reserva ovárica era baja y tratar de pasar por el tratamiento de estimulación ovárica para así, obtener los suficientes óvulos maduros y congelarlos para asegurarse mayores posibilidades de ser madre.
Pero entonces, como decía, ni se hablaba de estas cosas, ni se conocían, ni la ciencia andaba ya tan avanzada. Por eso decía que me siento triste. Mi tía me ha contado esta historia al saber que yo ando interesada en conocer todo sobre la vitrificación de óvulos. Ella misma me ha animado a que me haga pruebas y que preserve mis óvulos por si acaso.
Lo que no le va a faltar nunca es nuestro cariño. El mismo que ella nos ha dado a nosotros, aunque no seamos sus hijos.